En un encuentro jugado con mucho nervio y pocas ideas, Independiente terminó empatando el Clásico de Avellaneda. Álvaro Angulo, de los pocos que entendió de qué partido se trataba, anotó el gol de un Rojo que estuvo lejos del nivel que venía mostrando de local.
En un Clásico vibrante, con las tribunas explotadas y una expectativa inmensa de los hinchas, Independiente salió a jugarlo tibio, como si fuera un amistoso o un partido más. El rival, en cambio, con jugadores que no llegaban al 100% físicamente, salió a dar todo lo que tenía en la primera media hora.
En la búsqueda del error rival, lo encontró en los errores no forzados de una defensa que no paraa a nadie y un mediocampo que veía pasar a los rivales sin lograr ponerles freno. Así, no tardó en llegar el gol y pudieron ser uno o dos más sino mediaba Rodrigo Rey. Parecía que sólo el arquero, Angulo y Montiel entendían de qué partido se trataba, mientras bajaban murmullos desde la tribuna.
Para el segundo tiempo Vaccari mandó a la cancha a Galdames y Cabral. Amos le cambiaron la cara al equipo, y tuvieron de su lado el notorio cansancio del rival, que solo se limitó a dejar pasar los minutos como sea.
Sin embargo, la única alternativa que mostraban los de Vaccari parecía ser el pelotazo a un Ávalos que tuvo una tarde negra. No solo no pudo ajar una sola pelota, sino que tampoco las peleó o generó peligro en el arco de Arias. Hasta que Cabral nuevamente entró en asociación con Angulo y llegó el empate del Rojo.
Faltaban 15 minutos y el empuje de la gente mandó al equipo adelante, pero ya no alcanzó. Terminó en empate, y el 1 a 1 reflejó lo que fue el clásico, con un tiempo para cada uno.
Emiliano Penelas
Publicar un comentario
Publicar un comentario