0

El fenómeno de la memoria selectiva y el patrimonio construido entre un padre, una hija y un color.

De 10 a 10. Maradona y Bochini, en 2005. Para Diego, el Bocha era su ídolo.

¿Qué decía el abuelo de Maradona? ¿Gritaba los goles? ¿Lloró cuando levantó la copa del Mundial 86? Ninguna de las respuestas conforma al chico, que vuelve una y otra vez con el Dale, má, contame. Y la mujer, que no hace otra cosa que retorcer su memoria, explica que sí, que al abuelo le gustaba mucho Maradona, cómo no, como a todo el mundo, pero cuando el hijo la apura para "ampliar" la respuesta no es capaz de aportar ni una anécdota. Ni de recordar un gesto o una lágrima de aquel viejo vecino de Avellaneda dedicado al mejor jugador de fútbol. Tampoco una "frase célebre" de su vasto y comentadísimo anecdotario, donde sí se amontonan los recuerdos del Bocha, el otro gran 10 de la Argentina. Como el gol que le hizo a Peñarol en una semifinal de la Copa Libertadores -festejado en cada almuerzo dominguero- donde eludió a 6 jugadores y al arquero.

Porque Ricardo Enrique Bochini -solía aclarar el abuelo- solo metía un gol cuando no había más remedio. Lo de él eran los pases, las gambetas y las paredes, como las mil y una que hizo con Bertoni. ¿Querés que te cuente qué decía el abuelo del máximo ídolo de la historia de Independiente? ¿Tenés tiempo? Bueno, decía que era el único jugador al que le pegaban patadas y no se tiraba. No se caía nunca el Bocha, juraba el abuelo, y había que creerle. Como tampoco se caen los recuerdos del árbol de la memoria cuando hay ritos compartidos. Por caso, el de un padre y una hija que van juntos a la cancha a alentar al Rojo. Porque ese patrimonio construido de música, tablón y memoria es a prueba de todo. Incluso de Maradona. Dale, hijo, ¿querés que te cuente que decía el abuelo de Bochini?

Diana Baccaro
Diario Clarín, 12 de diciembre de 2020

Publicar un comentario