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No puede ser que Daniel Montenegro se entere por los medios de que en Independiente ya no lo quieren. No puede ser que los dirigentes esperen que un referente de los últimos años estalle para balbucear algunas explicaciones a los socios e hinchas. No puede ser que un entrenador, Jorge Almirón, a quien en estas mismas líneas se lo elogió por lo que decía y cómo lo decía, no le anticipe sus decisiones a un futbolista emblema, que, mal o bien, según los gustos y los momentos, le dio mucho al club. No puede ser que Hugo Moyano delegue un tema tan importante, por más que a su lado estén algunos hombres de confianza, ni que no se lo escuche públicamente. Su voz es la que vale. Se equivocaron todos en cuanto a los modos y las formas. Ninguno tuvo tacto ni prudencia.


Montenegro merecía otro trato. Aun con ese carácter difícil que a muchos les retuerce las tripas. La relación con Almirón siempre fue fría. Al técnico nunca le cayeron en gracia algunas cosas que le retrucó el ex capitán. La actual conducción se había propuesto que Independiente saliera en las noticias sólo por sucesos deportivos. Será difícil con una figura enojada que se presentará en el primer día de la pretemporada para escuchar que es prescindible. No quedará otro camino: alguien, dirigentes o director técnico, tendrá que hacerse cargo de lo hecho. Si a la comisión directiva no le cerraba desde antes la idea de retenerlo, ¿para que le firmaron un contrato por un año y medio en julio pasado? No se entiende.

Francisco Schiavo
La Nación, viernes 2 de enero de 2015

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