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El 22 de mayo de 1990 se jugó la 38a y última jornada del torneo de primera división, que ya tenía dueño porque dos fechas antes River se había consagrado al vencer por 2 a 0 a Estudiantes. Ese olvidado fin de semana marcó un punto de inflexión y abrió un listado de cuestionamientos entre certámenes exprés y demasiados campeones envasados en ráfagas. Bien entonces por el regreso de los campeonatos largos, pero no así. La electrizante jornada dominguera regaló otros tres ascensos para darle más espesura al dislate que desembarcará en apenas dos meses. El campeonato de 30 equipos. Único, y la definición no conlleva ningún elogio precisamente. Se avecinan tantos disparates que a los creadores del Frankenstein únicamente los ocupa cómo comenzar a desactivar este engendro a partir de 2016.

Se atropellan las preguntas que invitan al descalabro. En la búsqueda de sus respuestas sólo pueden intuirse nuevas tempestades. Si diez partidos por fecha solían generar desprolijidades para ajustar la programación por los intereses propagandísticos del Gobierno, la confección de la grilla semanal de 15 encuentros promete varios culebrones. ¿Y la jerarquía de los árbitros? Se adivinan promociones de emergencia para ampliar un abanico tan reducido como discutido un festín para la lucha entre los dos sindicatos. Entre tantas deformaciones, la forzada búsqueda de un clásico inventará enfrentamientos disparatados ¿Quién será el archirrival de Sarmiento... y de Crucero del Norte? No habrá equivalencias en la discusión por los seis puntos entre Boca y River, o racing-Independiente y otros cruces de laboratorio.

Es imposible rastrillar semejanzas con este mamarracho deportivo. Ningún país del mundo tiene un estuche tan descabellado para su campeonato de fútbol. Y también convendrá apuntar que el promocionado federalismo, en realidad, quizá contará con 18 equipos -sí, el 60%- si suben Huracán y Chicago, que representarán a la Capital Federal y el GBA.

Además, seguirá sin corregirse el sistema de los promedios para resolver los descensos. Siempre macabros porque pueden distorsionar la realidad. Porque vale recordar que desde que se instalaron los polémicos torneos cortos, y pasaron más de dos décadas, apenas cuatro instituciones subieron y no volvieron a desbarrancar: Lanús (1992), Estudiantes (1995), Arsenal (2002) y Tigre, desde junio de 2007. La sensación de injusticia de esta invención es incontrastable. El indispensable marco de ecuanimidad que debe envolver a cualquier competencia lógica continuará ausente.

Sin visitantes, los hinchas neutrales serán una discusión aparte cada fecha. Porque la visita de los grandes a provincias como San Juan o Misiones, y quizá Jujuy y Tucumán, despertará un interés que las tesorerías de esos clubes no querrán desaprovechar. Y si de dinero se trata la discusión por la distribución de Fútbol Para Todos no ha terminado. Sin olvidar el vaciamiento que podrá darse en varios planteles durante julio/agosto con la apertura de los mercados europeos. Si sólo la equidad honra la competencia, la distorsión del próximo torneo argentino está garantizada.

Cristian Grosso
Diario La Nación, lunes 8 de diciembre de 2014

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