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Independiente comenzó jugando mejor, tuvo un tiro en el palo apenas iniciado el partido, pero de a poco se fue apagando. racing encontró un gol sobre la hora en el primer tiempo y en el segundo pudo hacer muchos más, pero Assmann tuvo una gran tarde.


Pasó el clásico de Avellaneda y si bien estábamos confiados en que por rendimiento Independiente era más que racing, sabíamos que era un partido aparte y había que guapearlo en cancha ajena.

Comenzó bien el Rojo, con un cabezazo de Galeano que se estrelló en el palo apenas iniciado el partido, y luego dominando la franja izquierda gracias a Mareque e Iván Pérez, ambos de buen despliegue. Sin embargo, con el correr de los minutos lo bueno que también insinuaban Pellerano y Fredes se fue apagando, y al llegar a los 25 minutos el trámite ya se había equilibrado, en un partido chato.

racing comenzó a crecer a partir de una mejora en el rendimiento de Yacob, y sobre todo a la potencia de Teófilo Gutiérrez, siempre un problema para los defensores Rojos. Precisamente sobre el final de la etapa el colombiano bajó una pelota (¿con ayuda del brazo?) para que Hauche, entrando solo, definiera cruzado arriba.


El Rojo sintió el impacto porque el segundo tiempo fue otro partido. Los de Mohamed perdieron movilidad, no pudieron encontrarse nunca con el fútbol, no hubo juego asociado y las pocas maniobras aisladas se daban a muchos metros del arco académico.

Mientras racing comenzaba a desperdiciar goles y a convertir a Assmann en figura, la sensación era de que aquellos gritos ahogados bien podrían ser, por arte de magia y esas cosas de la paternidad, la posibilidad de llegar a un empate.

Sin embargo, el milagro no ocurrió y sí la lógica. Teófilo Gutiérrez exigió a Assmann nuevamente, que le tapó un brillante mano a mano, pero en el rebote el cafetero la tocó de cabeza y puso el definitivo 2 a 0.

Alguna vez se les tenía que dar a los vecinos, y el Rojo hizo poco por demostrar que esta era su tarde.

Emiliano Penelas

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