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A Independiente le salió todo redondito ante Newell's. Ganó (lo más importante, después de 13 fechas), goleó y gustó. Se sacó la mufa y pudo festejar para respirar un poco más en el torneo local. Si le gana a Quilmes podrá volver a soñar con la Copa.

El Rojo es hoy un equipo bipolar. Luego de la imponente goleada a Peñarol, con fútbol de alto vuelo, el conjunto de Mohamed cayó en la intrascendencia, un pozo futbolístico del que parecía difícil sali y que afectó tanto al torneo local, donde seguía acumulando frustraciones, como a la Libertadores, a pesar del promisorio debut ante los uruguayos.

La caída por goleada ante Liga de Quito y la derrota ante River profundizaron una crisis que hizo explosión luego de otra abultada derrota frente a Arsenal y la inexpresiva derrota como locales contra Godoy Cruz, por la Copa.

Los planes continentales se derrumbaban, y el promedio acechaba, sobre todo con las victorias que se daban en los equipos del fondo de la tabla y la peligrosa baja de rendimiento de Independente.

La goleada ante Newell's este lunes no es que traiga toda la tranquilidad necesaria: el promedio sigue siendo un problema, y quizás lo sea hasta el fin de la temporada, pero el aire que se respiraba tras el partido era otro, y hasta la semana de descanso hasta jugar con Quilmes era un buen síntoma para envalentonarse, pensar en un buen resultado que deje fuera de carrera a los Cerveceros, cada vez más comprometidos con el descenso, y permita soñar con una victoria en Mendoza para prenderse nuevamente en la Copa.

"No descartamos la Libertadores", dijo Mohamed a la prensa el lunes, al tiempo que seguía repitiendo que el torneo local sigue siendo prioridad. Ojalá, como decimos siempre, que la goleada ante la Lepra sea la verdadera cara del Rojo.

Emiliano Penelas

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