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Lo que en un momento Julio Grondona soltó como un globo de ensayo, la posibilidad de retomar el formato de torneos largos, de 38 fechas, se fue desinflando. Los dirigentes que se quejan de la histeria y la ansiedad que rodean a la competencia corta son los mismos que siguen prefiriendo que haya dos campeones por año. Ceden a la tentación de tener cuatro meses buenos y acertar una vuelta olímpica a riesgo de que los proyectos duren un suspiro.

Más allá de la Argentina, el sistema competitivo está desfasado a nivel continental y merecería algunas revisiones que serían en beneficio de todos: de los clubes, del nivel de juego y de la jerarquía de las distintas copas.

Se podría emular el esquema que rige en el Viejo Continente para las copas continentales, donde la Liga de Campeones y la Liga Europa (ex Copa UEFA) se disputan a lo largo de casi doce meses, de manera simultánea, aunque sin que coincidan los partidos en un mismo día.

Aquí, la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana provocan varias distorsiones. La primera va de enero a junio y la otra se desarrolla en el segundo semestre. ¿Por qué no hacerlas convivir durante todo el año, con una programación más espaciada? Además, como ocurre en Europa, se podría aplicar diferentes formas de clasificación para una y otra. Si se toma a la Argentina, a la Libertadores irían los dos campeones y los tres de la tabla general del año. Y a la Sudamericana, los cinco o seis equipos que queden por debajo de los obtuvieron el pasaje a la Libertadores. Sería una buena manera de establecer una diferencia de importancia y categoría entre una y otra copa.

No es lógico, en el caso de la Argentina, que varios de los que consiguen la clasificación a la Libertadores también les sirva esa ubicación para entrar en la Sudamericana, que ya bastante desvirtuada estaba con las invitaciones a River y Boca. Con más de 50 años de historia, la Libertadores es el buque insignia de la Conmebol. La otra es un sucedáneo de otras copas que fueron reciclando su denominación en Supercopa, Conmebol, Mercosur.

Los equipos que participan en la Libertadores agradecerían un fixture internacional no tan comprimido. Por los viajes y la obligación de jugar dos partidos por semana, la exigencia será excesiva para Godoy Cruz y Argentinos. Y a Estudiantes, Vélez e Independiente tampoco les sobra plantel como para encarar los dos frentes con similares ambiciones. Todos tendrán que elegir y dar prioridad a algún torneo. La experiencia indica que detrás de algún sueño internacional se esconde una pesadilla local en forma de promedio. Bastante ajustados viven los clubes como para que un sistema de competencia inconveniente los ahogue un poco más.

Claudio Mauri
Diario La Nación, martes 4 de enero de 2011

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