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Cuando Pepé volvió al club, en 1999, no había en el plantel profesional ningún arquero salido de las inferiores. Se propuso revertir esa tendencia, y lo logró. La camada arrancó con Ustari y Assmann y se ratificó con Gabbarini, de los más determinantes del líder y figura del Torneo Clausura. Como ellos, tiene destino europeo,concretamente el Napoli. Ahora, el entrenador apunta como sucesores a dos pibes de 20 años que ya jugaron en las selecciones juveniles.

Solidez y sobriedad. Si Independiente pelea la punta, es porque su arquero sostuvo resultados cuando al equipo no le sobró nada. Se iría una vez que finalice el Clausura.

Todavía no es oficial, ningún dirigente salió a confirmarlo y ni siquiera lo reconoció el propio arquero, pero lo cierto es que a Adrián Gabbarini le quedan cuatro partidos con el buzo de Independiente. Gane o no el título, una vez que termine este Clausura pasará al Napoli de Italia por una cifra que ronda los 6 millones de dólares. Además de representar un significativo ingreso de dinero para el club –y más si se tiene en cuenta que se trata de un arquero–, esta venta refleja también el éxito de un ciclo que desde hace más de diez años está a cargo del legendario Pepé Santoro. Por sus manos pasaron los tres últimos arqueros que se lucieron en el arco del Rojo: Oscar Ustari, Fabián Assmann y Gabbarini. Y los que se vienen: Diego Rodríguez y José Luis Cornaló.

En las manos del Uno. Gabbarini es la gran figura de este torneo. Si Independiente está puntero y pelea el título hasta las últimas instancias, es porque en el arco está este mendocino de 24 años. Y no sólo es la gran estrella del Rojo: es, también, uno de los jugadores más regulares del torneo. Propios y extraños lo reconocen como una de esas gratas revelaciones que aparecen cada tanto.

En este torneo que hasta ahora lidera Independiente, se podría decir que Gabbarini cometió un solo error fatal: en la quinta fecha, contra Vélez, cuando se le escapó de las manos una pelota que tenía controlada y Silva marcó el 3-0. Después, sólo acumuló elogios: aguantó desde el arco muchos de los partidos que el equipo de Gallego ganó con lo justo. Si hasta el técnico lo reconoció. Después del 1-0 a Tigre, lanzó: “Mi arquero me tiene que hacer ganar 7 u 8 puntos en el torneo”. Dos meses y ocho partidos después de la confesión, queda claro que se quedó corto.

El pibe que ahora está cotizado en 6 millones de dólares jugó sólo 31 partidos en Primera. Debutó en la quinta fecha del Apertura ’09, un mes después de que el presidente Julio Comparada le ofreciera ir a un club de la B Nacional para tener continuidad. Es que en el receso del año pasado, Gabbarini era el tercer arquero del plantel. Pero prefirió esperar su oportunidad. La tuvo cuando Assmann se fue a préstamo a Las Palmas, de España, e Hilario Navarro se lesionó.

Dios y el Diablo en el taller. Todo arranca en Villa Domínico. Ahí, en el predio donde entrena la Primera de Independiente, Pepé fabrica arqueros. Buenos arqueros. Grandes arqueros. El secreto está en el trabajo que hace el legendario Santoro. El, que hizo todas las inferiores en el club y que después ganó todos los títulos y copas posibles, volvió al Rojo en 1999 y se lamentó por algo que en ese momento parecía natural: ni uno de los cuatro arqueros de Primera había surgido de las divisiones menores. Entonces, propuso un plan a largo plazo. Y funcionó. Hoy, con la mayor sencillez, se lo explica así a Perfil:

- En realidad, acá no hay ningún secreto, es el resultado del trabajo.

- Pero también hay un mérito suyo en la elección.
- Y... ¡son años!

- ¿Los arqueros que vienen tienen el mismo nivel de los que se fueron?
- Hay un muy buen recambio. Están Diego Rodríguez y José Luis Cornaló, los dos de 20 años. Son bastante parecidos, rápidos de piernas, elásticos y con buena pegada. Y los dos ya pasaron por selecciones juveniles.

La llegada de Santoro al club vino a cubrir una deficiencia: Independiente no sacaba buenos arqueros. El mismo Pepé suele recordar que cuando fue vendido al Hércules de España, a fines del ’73, el suplente, Carlos Gay, y el resto de los arqueros habían surgido del club. Es más, hay un dato muy curioso que sostiene esa percepción de Pepé: para encontrar el último equipo de Independiente que ganó un torneo local con un arquero surgido de las inferiores, hay que retroceder 39 años y hacer escala en el Metropolitano del ’71. ¿El arquero? Sí, obvio, Pepé Santoro. Después hubo seis campeones más, con seis arqueros “foráneos”: Roberto Rigante, Héctor Baley, Carlos Goyén, Eduardo Pereyra, Luis Islas y Leo Díaz.

Independiente está a cuatro fechas de retomar su historia. Sería una gran despedida para Gabbarini, que tiene destino italiano. Mientras, la fábrica sigue funcionando. Los motores se ponen en marcha cada mañana en el predio de Villa Domínico. Y los arqueros siguen saliendo con esa característica que los hacen distintos: una etiqueta que dice, simplemente, Pepé Santoro.

El hacedor de arqueros
Pepé Santoro nació en Sarandí y desde niño respetó un mandato barrial: se hizo hincha de Independiente. Se fue a probar a la Novena División del club, quedó y en el ’63 debutó en Primera con un título. Después vinieron las Libertadores y la idolatría. En diez años ganó cuatro torneos locales y seis copas internacionales. Hoy, a los 68, mantiene vigente su pasión: entrenar arqueros. En Independiente, por supuesto.

Con la casi segura venta de Gabbarini al Napoli, el balance del ciclo Santoro es asombroso: en tres años el club vendió a tres arqueros por casi 18 millones de dólares. El primero fue Oscar Ustari, que marcó un récord cuando Independiente le facturó 10 millones al Getafe. Después siguió Damián Martínez, que sin haber debutado en Primera pasó al Arsenal inglés por un millón y medio por el 65 por ciento. Y ahora aparecen los 6 millones por Gabbarini. Si cuando atajaba, Pepé era especialista en ganar copas, ahora como entrenador de arqueros parece que le llegó el momento de producir billetes.

Claudio Gómez
Diario Perfil, sábado 24 de abril de 2010

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