Independiente se quedó con un partido dificilísimo, jugado en medio de una lluvia torrencial. Cuando parecía que terminaba empatado Mareque, la figura de la cancha, clavó un zapatazo a 13' del final. Leonel Núñez aumentó para que la fiesta sea completa.
No era fácil el día de Independiente. Gallego no quería que el partido se jugara, la lluvia caída sobre Buenos Aires era muchísima y ya se había suspendido el clásico entre Boca y River, a diez minutos de empezar. El Rojo tenía mucho que perder en el caso de jugarlo en esas condiciones, pero la cancha parecía rsponder bien y Pompei dio el OK para que se juegue en Avellaneda.
El primer tiempo se hizo de ida y vuelta, con los dos equipos buscando por las bandas, pero el Rojo era netamente superior y tuvo las chances más claras en los desbordes de Mareque y Mancuello por izquierda, bien acompañados por Silvera y con mucho trajinar de Acevedo.
El paso de los minutos hizo que el desgaste se sintiera y Gabbarini se vio obligado a tapar un mano a mano, la más peligrosa de la visita en el partido. Independiente seguía llegando, con menos fuerza sobre el final de la etapa, que terminaba en cero.
En el segundo tiempo el Rojo perdía una pieza clave: Silvera no salía del vestuario por una molestia, y al poco tiempo debía abandonar la cancha Vella. Central no forzaba más la defensa del Diablo, pero cada vez era más difícil entrarles. Piatti se puso el equipo al hombro y desplegó su fútbol en esta segunda mitad, pero el encuentro parecía clavado en el empate.
Hasta que apareció Mareque, y desde afuera del área clavó un bombazo infernal en el ángulo, dejando sin respuesta al arquero Canalla y llenando las gargantas de todos los empapados hinchas Rojos que deliraron con la coronación del mejor jugador de la cancha.
A cinco del final, una bonita jugada colectiva fue definida por Leonel Núñez, y el 2 a 0 hizo más justo lo que se vio en la cancha. Cinco victorias al hilo del Rojo, sin goles en contra, la punta en solitario, ¿qué más pedir? Sigamos así.
Emiliano Penelas
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