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Hubo una vez un club que era tan grande y prestigioso que decidió tomarse un par de años para ver de qué se trataba eso de ser pobre. Entonces su Presidente decidió contratar jugadores de bajo relieve y carreras errantes, improvisar con técnicos simpáticos y poco afectos al trabajo, además de decidir autoexiliarse en pos de una eterna construcción, similar a la de la Sagrada Familia catalana.

Leandro Gioda y Guillermo Rodríguez

En ese equipo jugaba en la defensa un muchacho alto y caro, pero que cuando no estaba lesionado, se las ingeniaba para hacer lucir a todos los delanteros rivales. A su izquierda marcaba punta un uruguayo, que de tanta carencia técnica y desconcepto futbolístico hizo dudar sobre su origen, el mismo de sus ilustres antecesores, Rolan y Pavoni.

Allí también había mediocampistas de gambeta intrascendente y de recorrido ampuloso e innecesario. Algunos eran rubios, otros pelados. A su vez lo conformaban delanteros rollizos, poco afectos a esa desagradable tarea de hacerle daño al arquero rival, al fin y al cabo un colega. Todos comandados por un 10 que tenía tanta técnica que el tema del temple y la ascendencia le parecía algo baladí.

Para dirigirlos pasaron muchos comandantes. Hubo uno verborrágico y entrador que se dejó seducir por la simpatía de sus muchachos y terminó mal. También pasó reiteradas veces un hombre noble proveniente de épocas de gloria, pero que nunca pudo convencer a estos jugadores de lo bello que es el triunfo y su correspondiente gloria. Tampoco es olvidado el paso de un hombre de hablar campechano con acento extranjero. Hoy le toca a uno que empezó a perder su magia y que parece no poder con el concepto de la indiferencia ya instalado. Así pasaron derrotas, goleadas de equipos periféricos, actuaciones dolorosas y puestos indecorosos.

Ojalá este relato sarcástico (ya no se puede escribir con seriedad sobre este equipo) pronto sea sólo un mal recuerdo y no haya que soportar más humillaciones como la propinada por Banfield. Atrás de esa camiseta roja hay mucha historia y mucha gente. Deberían tomar conciencia que están en Independiente y que el desprestigio no será gratis para nadie.

Sergio Barbui
Columnista de TyCSports.com

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