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En un nuevo capítulo de "Jugar sin la pelota", la columna de Quique Larrousse, "La realidad y los sueños". 


Cuando la realidad es inevitablemente vil, querés cambiarla soñando. Y en ese trajín de ensayar lo imposible que es volver el mañana en hoy, uno se consume en las impotencias. Un papá pasa por mi vereda demorándose, girando sobre sí mismo para vigilar que su vástago de sólo 5 años no tire la pelota a la calle. Y ese retoño, con la casaca que atrás dice Messi, la lleva con su diestra como puede. Se le escapa y vuelve a buscarla. La rebota contra el frente de mi casa y la lleva.


El padre ve la cara de ternura que me da ver al niño evolucionar, se ríe y me dice: "Ya vamos juntos al Monumental". En sólo treinta segundos terminamos un diálogo que cerró cuando ya yéndose me dice: "Es muy importante que Independiente vuelva".

Veo el partido en el café-heladería de la esquina de Yerbal y Lope de Vega a pocos metros de las vías. El epilogo previsible en el estadio "Nestor Díaz Pérez" se precipita. Veo el partido con un hincha de Boca. Los habitué rojos al lugar estaxvez pagaron las plateas granates. Me hallo sólo y con un bostero. Y el tipo, quiere convencerme que el penal de Laso a Pizzini no fue penal. Veinte minutos después me dice: "Ustedes cargan con una historia muy grande. Por eso duele tanta crisis. Pero tendrian que volver". Es tan soez el efecto del resultado que en el fondo de mi orgullo rojo, la noble gentileza de ese hombre, es bien recibida.

En ese después aciago, sueño a un equipo que vuela por un verde y suave césped y pasea una magia esperada. En el sueño un arquero de negro corta todo lo que le tiran y se agiganta. Dos centrales se comen a la delantera enemiga, tan diluida que baja los brazos y ambos literalmente se vuelven impasables. Dos laterales de velocidad al estilo europeo, van y vienen marcando el surco de sus pisadas junto a la línea de cal. Los medios resultan la más extraña y certera herramienta de cerrar y anticipar. Cruzar y quitar. Raspar y salir jugando. Eso son. La combinación exacta de habilidad y entrega, de esquive, amague y pierna firme.

Cuatro casacas rojas con vivos blancos y diabólico despliegue, sorprenden a un rival que no atina más que defenderse. Feliz y borracha locura desciende en cantos de las tribunas. Dos puntas enloquecen a la zaga adversaria con desbordes, amagues, fintas y gambetas. El instante letal llega. Cuando el 9 salta y queda suspendido en el aire, un dèjá vu moja la garganta de gol. Porque en el sueño, para eso es sueño, el cabezazo del 9 grandote se cuela en aquel rincón de las ánimas del evocado y gran Humberto Morosini: es gol, golazo. Pero al ser sueño deja de ser la flotación de goce máximo y se transforma en un despiadado regreso al presente insípido. Todo era un sueño al fin. No creo que Calderón de la Barca tuviese razón en que "toda la vida es sueño", pero seguro acertó en eso que "los sueños.... sueños son".

El presente Rojo no da lugar a ilusionarse ni fantasear con un devenir glorioso. No en lo inmediato. Y si uno idealiza el porvenir, lo quiere ya. La lejanía de los ideales vuelve al tanteador goteo de suero en las venas abiertas de la desesperanza semanal Roja.

El 9 grandote no acertó nunca al arco, pero cuando pudo hacerlo, en trágica celeridad de minutos finales cuando se imponía un "a la carga Barracas" y los centros para el grandote, el errático DT lo suplantó por otro que hace rato no mueve la aguja del amperimetro Rojo. Y asi se diluyeron los sueños y con ellos la verdad probable. Apareció otra, la del día a día y semana a semana, la del paso a paso. La realidad 
que se vuelve hábito gris, donde no ganar se hace costumbre. Independiente me plantea una duda. Estoy optimista porque creo en el plantel y en los soportes traídos. Pero estoy más lejos de aprobar todas las razones de un técnico que duda o marra la  elección de titulares y relevos, dando una sensación de que su idea de juego no es clara. Y si la idea es defender, resulta muy poco para lo que el club necesita y merece.

Es un desafío razonar la esperanza desde el estancamiento. Tal vez soñar alivie, si. Pero no es consuelo suficiente. En todo caso quiero para Independiente la realidad soñada que inventaba el querible Berugo Carámbula en aquel "Atrévase a soñar" de 1987: "Los sueños son, pero aquí, se hacen realidad" decía Berugo. Los Diablos Rojos deben volver a ser esa realidad de los sueños cumplidos, antes que ni los adversarios recuerden nuestra historia.

Quique Larrousse 

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