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Se sufrió y mucho. Arsenal nos costó más de lo pensado. Caruso sabe jugar este tipo de partidos y a los nuestros pareció que les duraba la resaca. Los muchachos del Viaducto fueron dignos rivales de barrio y se jugó en varios lapsos como querían ellos. Decíamos que costó porque Independiente careció de precisión. No fue efectivo a la hora de definir el último pase. Lástima que al minuto Benítez pecó de no tener más hambre de gol y, por cederle la pelota a Lucero, la situación más clara de todo el PT terminó en las manos de Andrada. Si ahí se hubiese abierto el score la cosa habría sido más fácil en el desarrollo. Porque si bien Pisano estaba encendido, no encontró socios para aprovechar sus gambetas. Además, como casi siempre les pasa a los muchachos de camiseta roja, caen en el juego rival y cometen muchas faltas cercanas a nuestra área. Y los contrarios saben que en el juego aéreo se nos complica, como en esa salida en falso del Ruso Rodríguez que no terminó en gol gracias a que el cabezazo de Tréllez no fue al arco. Tanto riesgo es innecesario. Pero la clasificación empezó a encaminarse cuando entró Cristian Rodríguez. El uruguayo se hizo cargo de la situación y empezó a tener la bocha. Manejó el trámite con su experiencia y calidad. Sus compañeros se asociaron y comenzaron a contagiarse. El conjunto fue totalmente otro y fue para adelante. La jerarquía del Cebolla, tras un patadón de expulsión de Muñoz, hizo que llegara la victoria tras una gran combinación que culminó con la vuelta al gol de Albertengo, quien lo necesitaba. Se pasó esta llave y ahora hay que recargar energías para lo que se viene. Nada será fácil, pero ya que estamos en el baile, sigamos bailando.

Beto Tisinovich
Diario Olé, jueves 17 de septiembre de 2015

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